En el calor abrasador del Sahara de la década de 1920, en medio de interminables dunas que susurraban historias de imperios olvidados, se desarrolló un descubrimiento notable. La capitana Amelia Hartley, una aviadora aventurera y arqueóloga aficionada, descubrió secretos que desafiarían los fundamentos mismos de la historia y la comprensión humana.
La aventura de Hartley comenzó cuando vio formaciones peculiares en el suelo mientras se elevaba sobre el interminable mar de arena en su biplano monomotor. Atraída por una fuerza inexplicable, descendió para investigar y aterrizó cerca de una serie de colosales formaciones rocosas que parecían fuera de lugar en el árido paisaje.
Orbes brillantes, fragmentos metálicos con grabados de otro mundo y dispositivos avanzados yacen latentes en el corazón del Sahara. El descubrimiento del Capitán Hartley insinuaba una antigua alianza entre la Tierra y visitantes extraterrestres, preservada en los anales olvidados del tiempo. Las inscripciones en las paredes sugerían que estos seres, venerados como dioses por la civilización perdida, habían otorgado conocimientos avanzados a la humanidad.